lunes, 15 de julio de 2013

Mi amigo SlenderMan

Lo que les contaré es una experiencia real que tuve a los once años de edad, hace ya siete años. Hoy día la verdad es que me cuesta discernir si fue una fantasía o si realmente lo que viví todos esos años fue real. Hace poco encontré el diario de vida que me acompañó en mi niñez, y recordé bastantes cosas.
Desde que tengo memoria he vivido entre lo paranormal. La primera casa a la que llegué a los pocos días de vida, tras el divorcio de mis padres, tenía casos poltergeist. Más tarde fui a vivir con mis abuelos a una gran casa rústica, en la cual sí que pasaban cosas extrañas todos los días. No recuerdo bien, pero según mi hermano y mi prima cada medianoche salía corriendo de mi habitación porque una muñeca quería matarme con un cuchillo (supongo que eso gatilló mi fobia a las muñecas). Aún no olvido el día en que al caminar por el piso de la sala de estar encontramos las osamentas de un bebé.
Cuando me fui de allí a otra cuidad a vivir con mi hermano y mi madre, las cosas fueron peores. Nuevamente una casa tan grande como antigua, pero con un buen historial de muertes. Tenía alrededor de ocho años y comencé a escribir un diario de vida para registrar las cosas extrañas que me sucedían, desde ver a personas detrás de mí en los espejos hasta ver muñecas abrir solas los ojos. Tal era el miedo que le teníamos a la casa, que mi mamá decidió que era hora de una casa nueva, pero en todo sentido de la palabra. Estaba emocionada por ya no tener que sentir miedo en mi propia casa; sin embargo, eso no sería tan fácil.
No recuerdo mucho de esa época, y no sé por qué no logro recordar todo como debiera, pues cosas como ésas no se olvidan. Ahora es cuando el título tiene sentido. Primero fueron ruidos extraños, después cosas pequeñas moviéndose, pero aquello no era gran cosa comparado con lo que había vivido toda mi vida, así que para mí ya era normal. Me comenzó a parecer extraño cuando me sentí observada en todo momento. Un día miré la oscuridad y me pareció ver el largo y delgado brazo de alguien sentado en la mesa del comedor. Empecé a usar el diario otra vez. Escribí en varias ocasiones cómo sentía que una presencia masculina estaba conmigo, que no me daba miedo pero que me hacía sentir extraña, aunque a veces sentía que me protegía. Una noche mientras dormía desperté de la nada, sentía que hacía frío. Al mirar a techo vi algo deforme mirándome, era un verdadero monstruo con garras y una lengua larga, totalmente negro y robusto; era como si me mirara con odio. Mi única reacción fue taparme con el cobertor y no quitarlo hasta una hora después cuando ya no lo vi, y me sentí protegida por algo en la habitación. Estaba segura de que mi “amigo” lo había ahuyentado, según leí. Ahora sólo recuerdo al monstruo.
La última vez que lo sentí fue también el último día en que lo vi, o mejor dicho, en que se dejó ver. Miraba televisión acostada en el sillón y de pronto me sentí triste, junto con un impulso enorme de revisar mi habitación. Allí, en la esquina, se encontraba un hombre tan alto que tenía que encorvarse, demasiado delgado, usando un sombrero de copa. Vi que tenía cabello negro y vestía con ropa formal. Sin duda lo que más me llamó la atención era el que tuviera la piel literalmente blanca, que no tuviera rostro, y el hecho de que sus brazos fueran tan largos. Estaba de perfil mirando hacia la muralla. Sentí miedo, pero no pavor, y no me sentí amenazada. Me vino a la mente que se estaba despidiendo, y estaba segura de que evitaba mi mirada, que por tener que irse estaba triste. Sólo logro recordar ese momento. Según mi diario no lo volví a ver, siento pena por ello, y más aún porque desde ese día le empecé a decir “amigo” e hice un dibujo de él y los fantasmas que había visto en las otras casas.
Cuando la leyenda de Slenderman llegó a mis oídos, y tras ver unas imágenes, recordé ese suceso, pensando que era un amigo imaginario, pero al leerlo en mi diario… ya no estoy segura. Ahora cada vez que veo un artículo sobre él un escalofrío me recorre la espalda, junto con un poco de miedo. Tengo la sensación de que hay algo que no logro recordar, pero no sé qué es exactamente, y al pensar en mi “amigo” viene a mí un sentimiento de desconfianza. ¿Qué habrá pasado realmente? Ya no siento cosas raras, pero al encontrar el diario me sentí muy extraña. ¿Ustedes qué opinan…?


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